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Trabajar desde el cuerpo, a través del arte y compartir(nos) con otrxs nos mueve y nos transforma... 

Yoga no es la foto

En la práctica, el punto de partida es el cuerpo tal y como esté el día de hoy. 

La cuestión es respirar y procurar estar mentalmente presente, habitar la postura, mantenerla viva.  Percibir las sensaciones, respetar el límite y, con paciencia, avanzar en el desafío que propone el trabajo. Si escuchamos al cuerpo, vamos por buen camino.
Cada postura por la que pasamos durante una práctica es una excusa para trabajar algún aspecto físico, mental o energético (con suerte, todos a la vez).
A medida que el cuerpo se va abriendo y fortaleciendo, podemos explorar un poquito más allá, para mantener vivo el desafío y que la atención siga presente.
Pero no importa realmente "llegar" a ningún lado. No hay nada externo con que comparar, ideal, perfecto. No importa cuánto podamos estirarnos o sostener una figura. No vamos a ser más yoguis, ni iluminarnos repentinamente por abrirnos de piernas o doblarnos al medio.
Lo más probable es que, si queremos hacer más de lo que podemos, nos lastimemos o nos frustremos rápidamente.
Y eso está bien lejos de darnos el ratito de paz, equilibrio y bienestar que estamos buscando.
Por eso la invitación, desde mi punto de vista, es a trabajar con lo que hay, con lo que somos hoy. Conocer y aceptar nuestros límites y posibilidades para expandirlos con amor y con paciencia.

Es dinámico. La magia sucede. El cuerpo agradece, la energía circula y la mente se calma.

Y eso es un montón. De eso se trata para mí la práctica de Yoga.

Lo sagrado


Me gusta pensar cada encuentro como un viajecito, una ceremonia, un ritual.
Desde que entramos a la sala, vamos progresivamente cambiando de estado.
Conectamos con una intención.
Aterrizamos en el cuerpo.
Lo ablandamos, lo despertamos.
Nos metemos en el rock de trabajar las posturas.
Aflojamos, soltamos todo.
Relajamos.
Meditamos, se expanden los sentidos, conectamos antenas.
Y al final, sonreír y agradecer.

Cuerpo sensible 

En los talleres expresivos, despertamos la sensibilidad, ablandamos y abrimos el cuerpo para que esté disponible, cómodo.  El trabajo se dirige a la percepción sutil y profunda de cada parte del cuerpo. Propuestas simples y placenteras .

A partir de la información que queda en la memoria kinestésica empezamos la exploración, la búsqueda de nuestra propia danza. La intención es conectar con la poética del movimiento, desde un estado de presencia y honestidad. Requiere una actitud curiosa, de continuo aprendizaje, de implicación personal en el proceso.

 

Disfrute

En las inmersiones en movimiento, la invitación es a bailar con ganas. Dejar que suba el ritmo desde los pies, darse permiso para liberar el cuerpo y llenarse de vida. Decir que si. 

Todxs podemos bailar.

Dejarse fluir, espontáneamente, con lo que haya. Seguir las olas de movimiento que viajan por el cuerpo, abrirles paso.

Bailar una sonrisa, inventarla, traerla de algún rincón del ser y dejarla que se expanda.

Bailar un llanto y sacudirlo, que en un rato se vuelva fuerza.

Bailar el tedio, el aburrimiento, desentumecerse, que al sacudirlo se vuelva una fiesta

Rondas, grupos, diversidad, potencia

 

En los talleres expresivos el trabajo es individual, pero es con otrxs. 

En estas clases, no hay modelos pre determinados de movimiento: hay propuestas, invitaciones.

Y habrán tantas formas de moverse y corporizar esas palabras como personas participando de la actividad.

Infinitas resoluciones para una misma idea. 

En la ronda le damos valor a cada descubrimiento, reconocemos las diferencias, las celebramos. 

El grupo/manada contiene y sostiene, transforma.

En el círculo le ponemos palabras a la experiencia para integrar(nos): cuerpo-mente-corazón.

En el círculo nos vemos, nos sentimos, nos escuchamos.

Algo se mueve, nos compartimos, nos tejemos, latimos juntxs.

En la ronda empieza y termina la ceremonia de cada encuentro.

Allí armamos nuestro universo, le damos significado entre todxs, pautamos el clima de trabajo.

Ese es el espacio de confianza y respeto para poder mostrarnos sin miedos y dejar fluir nuestra potencia creadora.

Investigar, Improvisar

En la práctica de Expresión Corporal Danza procuramos desarrollar, a partir de pautas orientadoras, el lenguaje de movimiento propio y personal de cada unx. Trabajamos en la construcción de un código de comunicación que nos permita movernos juntxs de forma consciente, impredecible y creativa.

Cultivamos la empatía, la sensibilidad, el cuidado y el respeto para poder jugar solxs o con otrxs, cuerpo a cuerpo, persona a persona.

Y así, durante la improvisación, aparece la magia del entendimiento sin palabras y se abre un universo de infinitas posibilidades.

Juego, creatividad

En el juego empieza el arte.

Al jugar entramos en un tiempo/espacio diferente donde lo cotidiano se transforma para dar lugar a lo imaginario, que se vuelve real en el acuerdo compartido.

No se puede jugar a medias; si se juega, se juega a fondo.

Jugar es explorar en libertad: hacer y ser por puro placer.

No es tan importante lo que hacemos sino cómo lo hacemos.

Los límites nos proporcionan algo con qué trabajar.

El trabajo es desbloquear los obstáculos para permitir el flujo natural de la creatividad.

Entrenamos un estado de concentración y entrega.

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